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Se conoce como neumonía a la infección de los pulmones, de uno o de los dos. ¿De dónde viene ese nombre? Pues ni más ni menos que de la unión de penumos con el sufijo -ía. Pneumos, en griego, significa pulmón, y el sufijo indica infección, como ya hemos señalado.
Agente causante de la neumonía
No podemos hablar de un agente propiamente dicho, ya que la neumonía puede estar causada por virus, bacterias u hongos (accede a contenido sobre hongos).
También pueden producirse neumonías por inhalación de productos tóxicos, o simplemente por lo que se conoce como neumonías por aspiración, en las que profundizaremos un poquito más adelante.
Cuando estos virus, bacterias u hongos colonizan uno o ambos pulmones, los globos o sacos aéreos que en condiciones normales se encuentran llenos de aire, se llenan de material purulento (pus) o líquido, lo que provoca los síntomas que van a ser característicos en una gripe y que trataremos en un apartado posterior.
Ya hemos dicho que pueden ser hongos, bacterias o virus los causantes; es lo que se conoce como neumonía adquirida en la comunidad, es decir, fuera de ámbito hospitalario, en ambiente normal y corriente; pero no hay que perder de vista las neumonías por aspiración. Estas se producen cuando el estado general de pacientes está deprimido, deteriorado, con dificultad para tragar, lo que hace que el alimento o el líquido pase a la tráquea y de ahí a través de los bronquios llegue hasta los pulmones, provocando una infección potencialmente muy grave.
También existen neumonías adquiridas en los mismos hospitales, mientras el enfermo se encuentra recibiendo atención por otras afecciones, lo que complica el cuadro de forma considerable, ya que el paciente estaba previamente enfermo y la neumonía puede ser mucho más difícil de tratar que en un paciente «no enfermo».
Podemos describir también la neumonía causada en ambientes donde hay personas institucionalizadas, que viven en centros destinados al cuidado de personas con problemas de salud.
Formas de contagio de la neumonía
La forma de contagio es básicamente, como la de la gripe. Es decir, de persona a persona. Hablar, besar, o mantener una relación más estrecha con un enfermo de neumonía puede hacer que el conviviente también se infecte.
Esto lógicamente, no ocurre en las neumonías por aspiración, de las que ya hemos explicado las causas.
Lo grupos de edades más susceptibles a sufrir neumonías son los extremos: chiquitines de menos de dos años y mayores de 65, siempre y cuando no existan enfermedades concomitantes, inmunodepresoras, o que debiliten el estado general de la persona.
Entre estas concomitancias se encuentran por ejemplo las hospitalizaciones previas, enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, EPOC, asma, VIH, obesidad…
Síntomas de una neumonía
Debemos sospechar la existencia de una neumonía cuando se presente fiebre alta, de más de 39 grados, dolor al respirar, tos persistente, esputos purulentos o incluso sanguinolentos…
A la auscultación que siempre debe realizarse a un paciente en la exploración, muchas veces podemos no escuchar nada anormal, pero otras veces no se escucha nada (señal de afectación del pulmón, no se está expandiendo ni ventilando con normalidad), o abundantes ruidos respiratorios que en condiciones normales no aparecerían.
Muchos pacientes presentan lo que se conoce como «dolor a punta de dedo». Esto quiere decir que el paciente es perfectamente capaz de identificar el punto exacto en el que tiene el dolor torácico, que suele ser en un costado o en una región posterior.
Es un dato que ayuda bastante, junto con los otros, a realizar un diagnóstico correcto de una neumonía.
La prueba reina por definición es la de imagen. Una radiografía simple de tórax, anteroposterior y lateral va a darnos una imagen, en la mayoría de las ocasiones, definitiva en el diagnóstico de la neumonía. En el caso de que la prueba radiológica sea positiva, se pondrá el tratamiento que sea necesario y se repetirá la radiografía pasados unos treinta días para comprobar la resolución exitosa de la enfermedad.
Para lograr un diagnóstico correcto tenemos otra prueba de oro. El cultivo del esputo producido como respuesta de los pulmones frente a la infección. Se realizará en condiciones asépticas, con la muestra más reciente que se pueda conseguir; posteriormente, en el laboratorio nos podrán decir si el causante es un virus, una bacteria, un hongo, o una mezcla, o incluso nada de todo ello.
Es el mejor modo para poder poner un tratamiento adecuado, lo que nos lleva al último punto. El tratamiento de la neumonía.
Tratamiento
En primer lugar, tratar los síntomas es algo primordial. Antipiréticos para bajar la fiebre, bien ibuprofeno o bien paracetamol, que también aliviarán el mal estado general del paciente y sus dolores.
Una ingesta abundante de agua se hace imprescindible, lo mismo que mucolíticos, para conseguir expulsar mejor las secreciones, liberando así el pulmón para que el paciente pueda respira mejor.
Se puede dar antibiótico «a ciegas» de forma empírica, uno de amplio espectro que abarque gran cantidad de microorganismos hasta que tengamos el resultado del cultivo y del antibiograma.
Lo cierto es que es una enfermedad que asusta, pero con el tratamiento adecuado, puede tener un desenlace favorable.
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