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Todo el mundo conoce de sobra los beneficios de una alimentación saludable. Y es que, es la mejor forma de cuidar nuestro cuerpo y nuestra salud.
¿Por qué nos resulta tan difícil llevar una alimentación saludable?
En algún momento de nuestra vida, algo hace clic dentro de nosotros y nos planteamos seriamente llevar una alimentación saludable. Pero esto no es siempre posible. Nos encontramos rodeados de establecimientos de comida rápida, la conocida como «comida basura», la televisión y los medios de comunicación nos bombardean con anuncios de comida rápida que incluso te la llevan a domicilio, sin necesidad de que tengas que moverte de tu casa.
Tampoco son de mucha ayuda algunos horarios laborales, que no permiten en muchas ocasiones acudir a casa a comer e incitando a las personas a «picar cualquier cosa», como se suele decir.
Una alimentación saludable no es, ni más ni menos, que aquella alimentación que contribuye a que nuestro organismo funcione de forma adecuada. No se trata de comer más, sino de comer mejor. Y aquí vamos a darte unas pautas con las que conseguirás vivir de una forma más sana, manteniendo tu cuerpo en mejor forma, gracias a la alimentación saludable.
La diferencia entre alimentación y alimentación saludable
La sabiduría popular dice que hay personas que comen para vivir y otras que viven para comer. Y no son estrictamente ciertas ninguna de las dos afirmaciones. No se debe comer cualquier cosa solo para sobrevivir ni vivir para estar constantemente ingiriendo pocas o muchas cantidades de alimentos que no nos hacen ningún bien. Hay que saber combinar los alimentos e ir variándolos para darle a nuestro organismo la cantidad equilibrada de nutrientes que necesita para funcionar en óptimas condiciones.
Lo que sí es cierto es que hay que hacer, al menos tres comidas al día y, hacer caso en esta ocasión al dicho que dice que hay que desayunar como un rey, comer como un marqués y cenar como un mendigo.
El desayuno es la comida del día que más importancia tiene. Debe ser equilibrado y rico en nutrientes para que nuestro organismo soporte la mayor parte del peso del trabajo diario. Un ejemplo de alimentación saludable en el desayuno serían una pieza de fruta, hidratos de carbono (cereales, pan con aceite de oliva, tomate,…) y por supuesto, una porción de lácteos.
¿Seré capaz de llevar una alimentación saludable?
Si, en ocasiones es difícil al principio acostumbrarse a ello y no salir de casa corriendo con tan solo un café con leche, pero si comenzamos a hacerlo, en poco tiempo comprobaremos los beneficios que experimenta nuestro cuerpo y lo que nos será difícil entonces será salir de casa sin haber desayunado en condiciones.
Durante el horario de trabajo es importante hacer un «alto en el camino» y aportar una pequeña ración extra de alimento. Puede ser una barrita energética, una porción de lácteo (queso con pan o yogur, sólo o con cereales),… No nos llevará mucho tiempo, apenas unos minutos, y nos proporcionará la energía que nuestro cuerpo necesita para continuar la jornada laboral o estudiantil hasta la hora de la comida.
Las comidas o almuerzos deben ser variadas, para lograr una alimentación saludable, debiendo distribuirlas a lo largo de la semana equilibradamente. Al menos dos veces por semana debemos ingerir verduras, otros dos días legumbres y el resto puede consistir en pasta, arroces, sopas,…
Del grupo de los llamados segundos platos, al menos 3 veces por semana se debería tomar pescado, combinándolo con carne blanca dos días y carne roja otros dos días. No debemos olvidar, por supuesto las frutas. Se deberían consumir una media de 4 o 5 piezas de fruta al día, bien en zumos, o macedonias o enteras. Son imprescindibles para el buen funcionamiento intestinal y para aportar al organismo las vitaminas que el cuerpo necesita.
A media tarde conviene hacer otro parón «frugal», que podría consistir en lo mismo que hemos ingerido a media mañana. Como podéis ir observando, la cantidad de alimento va disminuyendo a lo largo que avanza el día. ¿Por qué? En seguida vamos a llegar a ese punto.
Y llegó la hora de la cena; la que hay que hacer como un mendigo, según la tradición popular. Una cena copiosa lo que va a provocar en nuestro cuerpo es incomodidad, sensación de plenitud gástrica que no va a dejarnos descansar bien, ya que no vamos a realizar ninguna actividad física que nos ayude a quemar todas esas calorías de más. Por eso las cenas deben ser ligeras. Bastaría con una tortilla y un tomate, por ejemplo, dos piezas de fruta con una porción de lácteos (leche o yogur).
Entre todos estos nutrientes esenciales, como son los hidratos de carbono, las proteínas, las verduras, las vitaminas, por supuesto deben incluirse los azúcares. No debemos olvidar que nuestro cerebro se alimenta principalmente de azúcar. Tampoco debemos olvidar las grasas, las correctas y en su justa medida para que los órganos de nuestro cuerpo puedan realizar sus funciones correctamente.
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