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La artrosis es una de las enfermedades reumatológicas degenerativas con más alta prevalencia entre nuestra población. Esto significa que es la enfermedad degenerativa más frecuente. No se trata de una enfermedad grave ni mortal, pero sí es, en ocasiones muy dolorosa, a veces incapacitante y crónica.
¿A quién afecta?
Esta enfermedad reumatológica puede afectar a personas de todas las edades y de ambos sexos, pero lo más frecuente es que se dé en personas de edad más avanzada, especialmente mujeres y sobre todo a partir de los 55 años.
Haciendo una valoración estadística, podemos determinar que la mitad o más, incluso, de la población adulta mayor de 50 años la padece.
No existen factores hereditarios que determinen la mayor o menor frecuencia de su aparición, aunque sí existe una cierta predisposición. Es decir, el hecho de que padre o madre hayan padecido o padezcan artrosis, no indica que los hijos vayan a padecerla obligatoriamente, pero sí tienen más probabilidades de tenerla. Obviamente, no solo el “componente genético” es importante a la hora de padecer artrosis.
Existen otros factores que pueden y de hecho hacen favorecer su aparición. La obesidad, la vida sedentaria o una mala higiene postural contribuyen a la aparición de la artrosis.
Pero, ¿que es exactamente la artrosis?
Ya hemos comentado que se trata de un proceso degenerativo, lo que muchas personas definen como una enfermedad “de viejos”, aunque no es así en todas las ocasiones.
Entre los huesos, en las articulaciones, existe lo que se llama cartílago. Su función es que con el movimiento, los huesos no choquen ni rocen uno contra otro, sino que exista una especie de almohadillado. Su función es que el juego articular se produzca correctamente, sin dolor,.
Pues bien, cuando este cartílago o “almohadilla” se lesiona por los motivos que veremos más adelante, se produce un roce o fricción entre los huesos, que produce inflamación, dolor, e impotencia funcional.
El cartílago desgastado puede llegar al punto de romperse e incluso se han dado casos de desprendimientos de pequeños trozos de cartílago, lo que origina un problema mucho más serio.
¿Qué partes del cuerpo se ven más afectadas?
Una vez que aparece artrosis en una articulación puede aparecer en cualquier otra del cuerpo. Lo más habitual es que aparezcan en la espalda. La zona cervical y la lumbar son las que más la sufren. Por eso es tan importante mantener una correcta higiene postural, sentarnos correctamente, dormir sobre una superficie no excesivamente blanda, caminar sin cargar los hombros…
La columna dorsal también puede verse afectada, aunque es menos frecuente y también menos dolorosa que en las otras dos localizaciones.
Las rodillas y las caderas son los otros dos caballos de batalla en la artrosis, siendo estas articulaciones las más “reemplazadas” por prótesis artificiales.
Pero no solo pueden afectar a las zonas indicadas. Las manos también pueden presentarla y además, el diagnóstico es clarísimo, mucho más que en cualquier otra localización, puesto que puede hacerse “de visu”, es decir, a simple vista.
Síntomas clínicos de la artrosis
Realizar el diagnóstico de la artrosis es relativamente fácil. En el caso de las articulaciones de las manos, tan sólo con verlas se puede diagnosticar. Aparecen unos “abultamientos”, los llamados nódulos de Heberden y Bouchard, patognomónicos y exclusivos de estas articulaciones de las manos.
En el caso del resto de las articulaciones, y también en las manos, hay dolor, rigidez, impotencia funcional, es decir, cuesta caminar, levantarse…
Normalmente, al “calentarse la articulación”, suele doler un poco menos.
Es muy importante distinguir entre artrosis y artritis. En el primer caso, es el desgaste el que provoca los síntomas y en el segundo caso, lo que provoca el dolor es el desgaste de la articulación.
También es muy frecuente que en las rodillas el dolor se produzca al subir y bajar escaleras.
En la mayoría de los casos, y si se plantean dudas, una radiografía simple de la articulación afectada nos va a dar el diagnóstico de forma definitiva.
Tratamiento
El tratamiento debe ser de menos a más, es decir, comenzando por el menos agresivo hasta llegar al definitivo. Todo depende también de la intensidad de los síntomas.
El Paracetamol es un muy buen fármaco en el tratamiento de esta enfermedad.
Cuando ya no es suficiente, se va ascendiendo en la escala del tratamiento analgésico, siendo el siguiente paso los antiinflamatorios. Hay que tener cuidado con ellos, sobre todo en pacientes de edad avanzada por los efectos secundarios que tienen, tales como subida de la tensión arterial o deterioro del sistema renal.
Cuando esto ya no funciona, los opiáceos son los fármacos que se utilizan, siempre tomando las precauciones que esta medicación requiere.
Las infiltraciones de anestésico y corticoide, ácido hialurónico, colágeno o incluso ozono pueden aliviar pro una temporada más o menos larga los síntomas.
El tratamiento definitivo, en caso de poder llevarse a cabo, es el quirúrgico.
Prevención de la artrosis
El método preventivo más eficaz para retrasar la aparición de esta patología es evitar la ganancia excesiva de peso y la vida sedentaria.
Es obvio que se camina más ligero y con menos dolor cuanto menos peso tenga que soportar el esqueleto.
Hacer ejercicio de forma regular, como caminar, natación, bicicleta estática o dinámica contribuyen favorablemente a prevenir su aparición o al menos a retrasarla.
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