La leishmaniosis es una enfermedad grave causada por un parásito protozoario, la Leishmania, que se transmite por la picadura de un mosquito, el flebotomo. Tanto el parásito como el mosquito transmisor se encuentran en toda la cuenca mediterránea. En España, la leishmaniosis es una enfermedad endémica y el perro es el principal reservorio. También puede afectar a otras especies entre las que se encuentra el hombre, por lo que esta enfermedad adquiere relevancia también a nivel de salud pública.
El riesgo de transmisión en perros se da en los meses cálidos. Esto es así porque el flebotomo presenta actividad cuando la temperatura supera los 18ºC. En la zona central de España, el riesgo es máximo entre mayo y octubre, mientras que en el sur del país se extiende a prácticamente todo el año. En la cornisa cantábrica la incidencia es mínima. También hay que tener en cuenta que este insecto es crepuscular, y por lo tanto vuela principalmente durante el atardecer y durante el amanecer. Su hábitat no requiere de mucha humedad sino una temperatura suave y constante. Así, podemos encontrarlos en madrigueras, huecos de árboles, oquedades de muros, o bajo materia orgánica acumulada en bosques o jardines de zonas rurales y alrededor de ciudades.
Las leishmanias son parásitos que colonizan un tipo de células sanguíneas llamadas macrófagos. Cuando un mosquito flebotomo pica a un perro infectado, ingiere sangre y así el parásito ingresa en su organismo. Ya dentro del insecto, se rompen los magrófagos llenos de leishmanias, éstas se liberan y comienzan a reproducirse. Cuando el mismo mosquito pica a otro perro, inocula leishmanias en su piel y desde este momento, que el perro enferme o no dependerá de la respuesta inmunitaria que desarrolle. Cada vez más, la leishmaniosis se está considerando como una enfermedad inmunitaria y no una enfermedad parasitaria. Los perros infectados pueden desarrollar dos tipos de respuesta inmune. La respuesta de tipo celular es la que protege al perro de la progresión de la enfermedad, eliminando al parásito localmente sin dar tiempo a que se disemine. Esta es la respuesta inmunitaria que ocurre con mayor frecuencia en los perros. Sin embargo, puede darse una respuesta inmunitaria humoral, en la que se genera un número muy elevado de anticuerpos incapaces de controlar la diseminación del parásito. Los perros que tienen una respuesta inmune predominantemente humoral padecen la enfermedad.
Como vemos, hay perros resistentes a la enfermedad y otros susceptibles de padecerla en función del tipo de respuesta inmunitaria que desarrollen ante la infección por leishmanias. Pero hay que tener presente que un perro que normalmente es resistente puede volverse susceptible si algo compromete su sistema inmunológico, por ejemplo por mala alimentación, parasitosis, otras enfermedades infecciosas y en general por cualquier condición debilitante para el perro.
Sospechamos que un perro puede padecer leishmaniosis si presenta síntomas de la enfermedad. Éstos pueden ser muy variados: alteraciones cutáneas, oculares, cojeras, adelgazamiento, letargia, diarreas, aumento del tamaño de ganglios linfáticos, crecimiento de uñas alterado, anemia e incluso hemorragia nasal.
Para el diagnóstico se suelen utilizar diferentes técnicas simultáneamente. La analítica sanguínea que se realiza con más frecuencia se llama IFI (inmunofluorescencia indirecta) y permite cuantificar los anticuerpos generados contra la leishmania, que es una forma de saber que ha existido una respuesta inmunitaria predominantemente humoral y en qué medida. Esta técnica suele complementarse con el proteinograma, que también nos dará información acerca del tipo de respuesta inmunitaria del paciente. También se puede realizar una técnica de biología molecular llamada PCR, que detecta ADN del parásito en muestras de sangre, ganglio linfático o médula ósea. Además, en todos los casos es conveniente realizar una analítica sanguínea que determine el estado general del paciente y si existen anemia o alteraciones de órganos internos como riñón e hígado.
Una vez diagnosticada la enfermedad y determinado si existe afectación únicamente cutánea o también de órganos internos, se instaura un tratamiento apropiado a cada caso. Si la enfermedad es leve, se recomienda el tratamiento con Alopurinol. Este fármaco inhibe la actividad del parásito, quedando éste aislado en la médula ósea. El Alopurinol se puede usar durante largas temporadas, pero se debe intentar hacer descansos invernales siempre y cuando el paciente esté controlado. Actualmente, se dispone además de otro medicamento, la domperidona (Leisguard), que actúa sobre el sistema inmunitario del perro estimulando una respuesta inmunitaria celular protectora. Se utiliza también en casos de enfermedad leve y como preventivo.
Si la enfermedad es grave, las opciones terapéuticas son el Antimonio de Meglumina (Glucantime) inyectable o la Miltefosina (Milteforán) vía oral si hay daño renal, durante un ciclo inicial de 28 días. En estos casos, se realizarán controles analíticos más frecuentes para detectar posibles efectos adversos de la medicación, principalmente de la inyectable. En todos los casos, es importante el tratamiento de las enfermedades que aparezcan junto con la leishmaniosis, como otras parasitosis, infecciones dérmicas o alteraciones renales.
Los tratamientos contra la leishmaniosis suelen tener que ser utilizados durante toda la vida del perro, en ciclos más o menos largos. Será además necesario hacer controles veterinarios peródicos para anticipar posibles recaídas. Esta enfermedad no se puede curar, pero sí puede controlarse muy bien si hay una buena respuesta a la medicación. Muchos perros con leishmania mueren de mayores por otras causas. La clave de este éxito está en el diagnóstico precoz y en la prevención.
El diagnóstico precoz permite detectar perros infectados que van a enfermar antes de que presenten síntomas de la enfermedad. Esto permite comenzar los tratamientos en estados muy iniciales, lo cual nos lleva a mejores resultados terapéuticos. Por ello, en zonas endémicas es muy recomendable realizar una analítica sanguínea al menos una vez al año. La prevención se basa en evitar que el mosquito pique al perro y le transmita el parásito. Para ello tenemos a nuestra disposición collares, pipetas y sprays repelentes de insectos, muchos de ellos muy eficaces. Consulte con su veterinario sobre las diferentes opciones. También es conveniente evitar que nuestros perros duerman en la calle, o pasearlos durante el amanecer o el atardecer. De este modo, evitaremos exponerlos a los mosquitos en los momentos de máxima actividad. Recientemente ha aparecido una vacuna contra la leishmaniosis cuya acción se basa en el estímulo de la respuesta inmunitaria celular del perro. Así, se supone que los perros vacunados tendrán menos probabilidades de sufrir la enfermedad si contraen el parásito. En cualquier caso, los perros vacunados deberán seguir con las medidas de protección clásicas con repelentes y evitar la exposición al mosquito.
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