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El colesterol, ese gran conocido e ignorado por gran parte de la sociedad es el responsable de una gran cantidad de patologías y sustos que podrían evitarse si se le hiciera un poquito más de caso.
No existe ninguna excusa para no cuidarse y hacer la vista gorda ante un colesterol más o menos alto. Hoy día hay información en todas partes, nos bombardean en televisión, en marquesinas de autobuses, en paneles publicitarios de la calle y como no, en internet. En definitiva, si este es elevado es relativamente fácil de controlar.
¿Qué es exactamente el colesterol?
El colesterol es, ni más ni menos, que grasa en sangre. Es una sustancia necesaria en nuestro organismo para la realización de muchas funciones corporales; el problema sucede cuando los niveles de esta sustancia exceden las cifras que son consideradas normales, lo que supone un problema potencialmente peligroso para nuestra salud.
Cuando se habla del colesterol, las personas suelen hacer distinciones entre el «bueno» y el «malo». Y así, dan por hecho que si el «bueno», el HDLc, está elevado, compensa y no importa que el total o el malo estén elevados.
Pero las cosas no son tan sencillas como esto. Para que no exista riesgo para nuestra salud, lo ideal es que todos los niveles, los del colesterol total (COT), los del «bueno» (HDLc) y los del «malo» (LDLc) estén en rangos correctos.
Niveles adecuados de colesterol
Cuando hablamos de los niveles que deben ser adecuados, depende en gran medida del laboratorio que analiza la sangre. Los niveles no son iguales para todos los analistas, pero lo cierto es que tampoco difieren mucho unos de otros.
Podríamos considerar, en rasgos generales, unos niveles normales de los tres tipos de colesterol, los siguientes:
– COT, o colesterol total, como un máximo de 220 mgr /dl.
– HDLc o colesterol «bueno», como un mínimo de 60 (entenderemos que todo lo que esté por encima de esta cifra será beneficioso para el organismo; por eso en esta ocasión hacemos referencia a la cifra mínima, y no a la máxima).
– LDLc o colesterol «malo», con un máximo 150. Todo lo que se encuentre por debajo de esa cifra, será bueno para nosotros.
Hay que tener en cuenta que estas cifras son orientativas. Dependen de la edad, el sexo, de si se es fumador o no, de los antecedentes familiares, del estilo de vida, son circunstancias que van a condicionar de forma definitiva estas cifras y la consecuencia de las mismas. Unas de ellas son modificables, otras no. Es decir, no se puede modificar la edad ni el sexo, pero sí los hábitos dietéticos, de alimentación, de ejercicio…
De dónde procede y qué consecuencias puede ocasionar
El colesterol puede elevarse debido principalmente a tres factores:
-Malos hábitos, tales como una alimentación inadecuada. La ingesta de grasas saturadas, azúcares en exceso, bebidas alcohólicas, refrescos azucarados repletos de calorías vacías…. Todo esto va a redundar en un exceso de peso de la persona, lo que hará que se acumule grasa y se eleve el colesterol en la sangre. Otro de estos malos hábitos consistiría en la no realización de ejercicio físico, lo que vendrá a contribuir a aumentar lo anterior.
-Producción endógena del colesterol. En algunas ocasiones y determinadas personas, lo produce el propio organismo.
-El llamado colesterol hereditario. Como su propio nombre indica, se hereda de los padres, abuelos… Puede aparecer a cualquier edad, incluso en niños muy pequeños.
Las consecuencias de su elevación en la sangre pueden ser muy graves. Muchas veces no se le presta atención porque es una enfermedad silente y si no se hacen los adecuados controles analíticos, puede no dar ninguna sintomatología hasta que no produce un evento fatal. Este evento puede ser lógicamente variable en gravedad, pero los órganos afectados, tanto cerebro como corazón principalmente, pueden sufrir lesiones irreversibles.
Cómo reducirlo
Es precisamente por eso por lo que no debemos dejarlo pasar por alto y por poco que sea la cifra que se sale de los límites normales, hay que poner manos a la obra para normalizarla.
El primer paso va a ser una alimentación adecuada. Dado que el colesterol es, como ya hemos dicho, grasa, es eso principalmente lo que debemos eliminar de nuestra dieta. La grasa y todo aquello que pueda transformarse en ella ingerido en exceso. Es decir, por ejemplo, el pan no lleva grasa, pero ingerido en exceso, va a provocar un aumento de peso que se va a transformar en un exceso de grasa en el organismo y, por lo tanto, en un aumento del colesterol.
Para acompañar a este primer paso, debemos dar el segundo, que consiste en la realización de ejercicio, intenso una vez por semana y de al menos 1 hora de caminata el resto de los días. Hay que hacerse a la idea de que a mayor cantidad de ejercicio, mayor cantidad de colesterol eliminaremos de nuestro organismo.
Si con estas medidas es suficiente, bastará con mantenerlas.
En el caso de la hipercolesterolemia endógena y en la hereditaria, además de esto se hará necesaria la ingesta de medicación para reducirla. En este caso, será nuestro médico quien nos indique qué fármaco o sustancia no farmacológica («natural») debemos tomar y en qué dosis, para que nuestra salud no se vea afectada por las posibles consecuencias de las cifras de colesterol elevadas.
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