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Qué es la fiebre, sus síntomas y causas, tratamiento de elección

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La fiebre, como todo el mundo conoce, es un aumento temporal de la temperatura corporal fuera de los márgenes habituales. Podríamos decir que se trata de una reacción natural del organismo ante algo que le está atacando o causando alguna alteración.

Esta elevación de la temperatura va a producir síntomas diferentes según sean los grados de elevación, también según sea la edad del paciente afectado.

Pero veamos en primer lugar qué puede ocasionar una situación febril en una persona.

Causas de la fiebre

Hablando en el plano puramente anatómico, es clave destacar que el cuerpo humano cuenta con un «termostato» natural llamado hipotálamo y que se encuentra en nuestro cerebro. Es el encargado de regular la temperatura corporal.

Esta temperatura varía a de las diferentes horas del día. Por eso, aunque es habitual escuchar «mi temperatura es de… grados», es un concepto completamente erróneo. Al comienzo del día, la temperatura es más baja que en horas vespertinas, pudiendo variar desde los 36,1º centígrados hasta los 37,2º centígrados aproximadamente, siendo ambas cifras absolutamente normales.

Existen diferentes causas de elevación de la temperatura en el cuerpo y las más comunes son las infecciones. Infecciones causadas por virus, por bacterias u hongos (te aconsejo descubrir el reino Fungi) pueden ocasionar este aumento de la temperatura corporal.

En otras ocasiones son causas más graves, como tumores o enfermedades como la artritis reumatoide las causantes de la fiebre.

Es muy frecuente también que este incremento de la temperatura se deba a una reacción fisiológica del cuerpo ante la administración de una vacuna, cosa extremadamente común en pacientes pediátricos.

Por supuesto, la exposición a temperaturas externas elevadas, los golpes de calor, etc., provocarán un incremento de la temperatura corporal.

En algunas ocasiones nos encontramos con la llamada fiebre de origen desconocido; esta es la que se produce sin causa aparente y requiere un estudio exhaustivo del paciente para poder determinar qué está provocando el cuadro.

Manifestaciones de la temperatura elevada

Ya sabemos a grosso modo qué puede ocasionar este trastorno. Pero, ¿cuáles son sus manifestaciones?

En primer lugar, y ya sabiendo que una temperatura de hasta 37º o 37,2 º pueden ser normales, es muy importante diferenciar entre dos conceptos: fiebre y febrícula. En la segunda, la temperatura no supera los 38º. Cuando eso ocurre, ya podemos hablar de fiebre franca.

Aclarado esto, ¿qué produce interna y externamente en el organismo una elevación de la temperatura que podríamos considerar normal?

– Alteraciones circulatorias: Cuando el paciente sufre esta afección el pulso se acelera, alrededor de 10 pulsaciones por minuto por cada grado de temperatura elevado.

– Alteraciones respiratorias: También la frecuencia en el ritmo respiratorio aumenta cuando se produce un exceso de temperatura corporal.

– Alteraciones en los electrolitos: Los electrolitos son componentes imprescindibles para el buen funcionamiento del organismo. Sodio, potasio, cloro y otras sustancias que se expulsan a través de la orina. Cuando la temperatura aumenta, la sangre está más concentrada y la diuresis, esto es, la emisión de orina disminuye, provocando olor más fuerte, aumento del color normal de la orina. Esto se corrige cuando la temperatura baja y la sangre adopta su concentración normal.

En cuanto al aspecto externo del paciente febril, es bastante fácil de diagnosticar, inclusive para un profano en materia de salud. Baste el ejemplo de que muchas madres «saben» cuando su hijo tiene la temperatura elevada tan solo por su comportamiento o mirándoles a la cara.

El paciente febril se encuentra apático, sin ganas de hacer nada, con poco apetito, atontamiento, aumento en la necesidad de tomar agua, escalofríos que alternan con períodos de calor extremo…

Lo anterior puede verse acompañado de dolores musculares, de cabeza, e incluso estupor y coma si la temperatura alcanza cifras muy elevadas.

Diagnóstico

Ya hemos dicho que en muchas ocasiones solo con ver al enfermo se sabe que tiene fiebre, pero raro es que no vengan con incluso una tabla de temperaturas tomadas a lo largo del día.

Obviamente y como todos conocemos, la temperatura se mide con un termómetro.

Hasta hace algunos años los únicos termómetros que existían eran los de mercurio, actualmente retirados del mercado por las propiedades tóxicas de este metal pesado, y los problemas que pudiera ocasionar en caso de rotura del cristal que lo contenía y salida del mismo. Cabe destacar que en muchos domicilios todavía los conservan y los siguen utilizando.

El mundo de los termómetros ha avanzado increíblemente. Ahora podemos encontrar los termómetros digitales que se colocan en axila, habitualmente (la práctica de colocarlos en recto está en desuso cada vez más), los digitales de contacto, que suelen colocarse en la frente. Estos son muy útiles sobre todo en bebés, debido a la rapidez con la que proporcionan la cifra. También los hay otológicos y los más novedosos son los que se colocan a distancia y miden la temperatura sin necesidad de que toquen al paciente. Estos están más en controversia ya que pueden ser muy variable la temperatura dependiendo de la distancia.

Tratamiento de la fiebre

Cuando una persona tiene temperatura elevada, lo primero que hay que hacer es mantenerla en un ambiente aireado y fresco. Eso de ponerle 3 mantas porque siente frío es un error que muchas personas cometen. Paños de agua fría o incluso un baño con agua a temperatura ambiente son altamente eficaces.

En cuanto al tratamiento farmacológico de la elevación de la temperatura única y exclusivamente sin tener en cuenta el agente causal, se usan los llamados antitérmicos o antipiréticos.

Los más habituales y conocidos son el paracetamol y el ibuprofeno. Cabe destacar que ambos son eficaces; su uso dependerá en mayor medida de la causa, si hay inflamación, no la hay… En cualquier caso, lo mejor es no automedicarse ya que ningún fármaco es inocuo.


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